Con su mezcla inconfundible de humor, ternura y crítica social, Full Monty se ha ganado un lugar en el corazón del público desde su estreno en 1997. Dirigida por Peter Cattaneo y ambientada en la ciudad industrial de Sheffield, la película retrata con aguda sensibilidad las consecuencias del desempleo masivo en una comunidad obrera golpeada por el cierre de las fábricas. Pero lo hace desde un enfoque inesperado: el del striptease masculino.
El protagonista, Gaz (interpretado por Robert Carlyle), es un padre desempleado que busca desesperadamente una forma de ganar dinero para poder ver a su hijo. Inspirado por un espectáculo de Chippendales, decide formar su propio grupo de strippers junto a otros hombres desempleados —tan improbables como entrañables— que, entre la vergüenza, la risa y el temor al ridículo, acaban encontrando en el escenario una nueva forma de afirmarse y reconstruir su autoestima.
Más allá del tono festivo y la música irresistible (con temas de Donna Summer, Hot Chocolate y Tom Jones), Full Monty ofrece una mirada honesta y compasiva sobre la masculinidad vulnerable, la crisis del modelo laboral tradicional, y el valor de la amistad frente a la adversidad. Sin caer en el cinismo ni en el sentimentalismo, la película logra lo que pocas: hacer reír mientras pone el dedo en la llaga.
El éxito fue rotundo: ovacionada por la crítica y el público, Full Monty obtuvo cuatro nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película, y se llevó la estatuilla a Mejor Banda Sonora Original. Además, ganó el BAFTA a la Mejor Película Británica, convirtiéndose en un fenómeno cultural que aún hoy inspira adaptaciones teatrales y musicales en todo el mundo.
Un canto a la dignidad y la risa
Full Monty nos recuerda que incluso en los momentos más difíciles, el humor y la solidaridad pueden ser herramientas de resistencia. Y que a veces, para recuperar la dignidad, hace falta despojarse no solo de la ropa, sino de los prejuicios.