Dirigida por Claudia Llosa en 2009, La teta asustada es una obra profundamente simbólica que explora las huellas del trauma y la memoria colectiva en el Perú posterior al conflicto armado interno. La película sigue a Fausta, una joven que sufre una enfermedad imaginada —transmitida, según la creencia popular, a través de la leche materna— como consecuencia de los horrores vividos por su madre.
A través de una puesta en escena contenida y una narrativa cargada de silencios, el film retrata el miedo, el aislamiento y la dificultad de reconciliarse con el pasado. La cámara acompaña a Fausta en su recorrido por espacios cotidianos que adquieren una dimensión inquietante, donde lo doméstico y lo simbólico se entrelazan constantemente.
La interpretación de Magaly Solier aporta una intensidad serena y profundamente emotiva al personaje, convirtiendo su voz y su canto en una forma de resistencia y expresión frente al dolor heredado. La película avanza con un tono poético que evita el subrayado, invitando al espectador a una experiencia reflexiva y sensorial.
Un cine que da voz a la memoria
La teta asustada es una obra valiente que aborda el impacto del trauma desde lo íntimo y lo cultural, mostrando cómo el pasado continúa habitando el presente. Ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín, la película confirma el poder del cine para visibilizar heridas colectivas y abrir espacios de comprensión y sanación.